En nuestra experiencia acompañando en su desarrollo a cientos de líderes, hemos encontrado que aquellos que saben expresar de forma apropiada su mundo emocional, marcan una gran diferencia, la gente se siente cómoda trabajando con y para ellos, se muestran fácilmente inspirados y motivados a lograr grandes propósitos y hay un ambiente de trabajo agradable y con buenas relaciones.

¿Qué caracteriza a estos líderes?

-Saben qué sienten en cada momento y saben cómo utilizar sus emociones para orientar las decisiones; tienen una idea realista de sus habilidades y poseen una sólida confianza en sí mimos, se conocen y son autoconscientes.

-Manejan las emociones de modo que faciliten desarrollar las tareas efectivamente, en lugar de obstaculizarlas; se muestran cuidadosos con la gente, saben recobrarse bien de las tensiones emocionales y crean estrategias efectivas para manejar lo que sienten y piensan, de acuerdo con las exigencias del contexto.

-Son ejemplo de emprendimiento, resiliencia, automotivación y su energía contagia a los colaboradores para avanzar hacia los objetivos, emprender iniciativas, ser más efectivos y perseverar frente a los contratiempos y las frustraciones.

-Actúan de forma empática y compasiva, pues leen y perciben lo que sienten los demás, son capaces de ver las cosas desde su perspectiva y se muestran flexibles para conectarse con una amplia diversidad de personas y circunstancias.

-Interactúan para construir, persuadir, dirigir, negociar, resolver conflictos, cooperar y trabajar en equipo. Saben cómo comunicar de forma efectiva lo que piensan y sienten. Por último, saben tejer redes productivas y construir relaciones colaborativas.

¿Qué ocurre en el equipo cuando el líder es emocionalmente inmaduro?

Hemos observado que en sus equipos aparecen temas como:

-El Líder toma de decisiones por capricho y no basadas en criterios objetivos.

-Suele actuar con la premisa: “o estás conmigo o contra mí”.

-Su gente para hablarle, primero tantea “cómo está de genio”.

-Los colaboradores desde el saludo saben “si hoy será un buen día o no”.

-Le ocultarán información y no dirán siempre lo que piensan.

-Temen a sus estallidos emocionales y por tanto lo evitarán.

-La gente prefiere “hacer caso” que decir lo que piensa o tomar riesgos.

-Será muy difícil que reciba o acepte retroalimentación franca y honesta.

-Oye lo que quiere y ve lo que quiere ver.

-Cuando carece de argumentos, pone de presente:” aquí el que manda soy yo”.

-Prefiere manejar los temas desde el terreno racional y evita aquellos aspectos emotivos, pues no sabe cómo abordarlos. A veces no da la cara.

-Es llevado de su parecer y busca las personas que piensan como él o no lo contradicen.

-Rechaza las críticas y toma la retroalimentación de forma personal.

-Teme mostrar debilidad, por tanto, se muestra sobre seguro y “fuerte”.

-Requiere de mucho reconocimiento y poco acepta sus errores y oportunidades de mejora.

-Le cuesta aceptar los logros de otros, pues quiere brillar primero él.

-Sus emociones lo dominan y no sabe cómo regularlas, no hay autocontrol.

-En su actitud dice: “cuidado con lo que va a decir, porque me puedo molestar”.

-Hoy dice “me encanta” y mañana dice: “eso para qué sirve?” o viceversa.

De modo que es un reto muy importante para los líderes orientados al autodesarrollo y al crecimiento de sí mismo y de sus colaboradores, trabajar en aprender a gestionar de forma apropiada sus emociones, desarrollar la autoconsciencia, permitir la retroalimentación, contar con una actitud autocrítica y como dice Jim Collins, “tener la capacidad de mirarse al espejo (confrontarse) y también mirar por la ventana (observar el impacto de lo que hace y dice en su mundo interpersonal”.

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