Desarrollar la dimensión espiritual dentro del ejercicio del liderazgo, es una invitación a ampliar la visión sobre los diferentes elementos que se deben tener en cuenta para realizar un ejercicio efectivo y trascendente como líder, que favorezca el crecimiento de las personas de manera integral y no solo desde los resultados esperados en su rol.

Al hablar de espiritualidad, se hace referencia a la capacidad para reflexionar sobre nosotros mismos, nuestro entorno, la conexión que tenemos con las personas y el impacto que generamos en la sociedad, para así llevar la reflexión a un campo de acciones precisas de transformación personal, que se logren evidenciar e irradiar en el entorno familiar y organizacional, para generar nuevos y mejores resultados en las diferentes áreas de la vida.
Desarrollar la dimensión espiritual en el liderazgo y las organizaciones, fortalece habilidades y capacidades que permiten una mejor comprensión y orientación de los equipos de trabajo, para lograr resultados de alto nivel e impacto, en los cuales el cuidado en el trato a la persona, el respeto por su diferencia y el reconocimiento por su esfuerzo se entrelazan para favorecer su desarrollo y así potenciar sus recursos y capacidades. La dimensión espiritual en el liderazgo está estrechamente ligada con el autoconocimiento y la capacidad de un líder para observarse, de tal manera que pueda ser referente e inspiración para otras personas. Al desarrollar esta habilidad, la persona fortalece su confianza, porque reconoce cuales son los recursos, competencias y habilidades que tiene para poner en juego y lograr crear los resultados y objetivos que se propone.

Otro aspecto importante que se ve favorecido por el desarrollo de la espiritualidad como componente del liderazgo, es la inteligencia emocional -catalogada como una habilidad diferenciadora de los lideres sobresalientes-. Reconocer qué emociones se tienen y cómo al gestionarlas, se puede hacer comprensiones más amplias para establecer acciones que permitan afrontar las dificultades de una manera más efectiva y no reactiva, permiten disminuir la tensión y el estrés en los equipos de trabajo, para dar paso a la construcción de soluciones efectivas, fundamentadas en la comunicación asertiva, el respeto y la comprensión de las diferencias como una posibilidad de aprendizaje y crecimiento.

Sin lugar a dudas la espiritualidad es un tema que ha cobrado valor en los últimos años, por los grandes desafíos que la sociedad está viviendo en los aspectos sociales, económicos y ambientales, en donde revisar como las cualidades más humanas permiten hacer comprensiones más abarcadoras y profundas para responder a estos desafíos tan complejos se considera una necesidad inminente, que debe ser soportada por un eje transversal como lo es la dimensión espiritual. Ante esta necesidad, la organización no es un ente aislado, por el contrario es un escenario que puede abordar esta reflexión desde el ejercicio de un liderazgo más amplio y visionario que comprende que la espiritualidad es una experiencia que se vive a diario, desde lo más sencillo hasta lo más elaborado y que por consiguiente es permanente y puede fortalecer el impacto de las acciones, al invitar a tomar mayor consciencia de lo que cada uno puede hacer y aportar en su contexto.

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